El día 4 de enero, estuve trabajando en el triaje y la zona ambulatoria de urgencias del Hospital Universitario Basurto, en el turno de tarde. Fue un turno de gran presión asistencial que estábamos sobrellevando gracias a la buena labor y profesionalidad de todo el equipo.
Pero todo se torció cuando los familiares de un paciente comenzaron a insultar, amenazar y amedrentar al personal, centrándose sobre todo en dos enfermeras que presentarán la correspondiente notificación de agresión la Unidad Básica de Prevención. Nos amenazaban con meter el coche dentro de la urgencia y con agredirnos si no se atendía a su familiar en ese preciso momento.
Situaciones como esta se repiten con demasiada frecuencia en nuestras urgencias. Las compañeras efectivamente, acudirán a la UBP, no sin una enorme sensación de frustración. Con la sensación de estar únicamente aportando datos para una estadística a la que no ven demasiada utilidad. Mañana acudirán de nuevo a su puesto de trabajo con la misma sensación de inseguridad. Nada ni nadie va a evitar que esta situación se pueda volver a repetir.
Nosotros como profesionales nos encargamos de que se respeten los derechos que asisten a las personas usuarias en urgencias, pero ¿quién es responsable de que se cumplan las obligaciones que tienen como pacientes, como la de tratar al personal de las instituciones sanitarias con el máximo respeto? ¿Qué consecuencias acarrea no cumplir esas obligaciones?
Como personal del servicio de urgencias asumimos soportar situaciones de estrés; pero las propias de la atención urgente a pacientes críticos o con dolor. En ningún caso podemos tolerar acudir al trabajo bajo la presión de que nos puedan agredir en cualquier momento.
La frustración e indefensión que generan estas situaciones añaden un plus de penosidad a nuestro trabajo que pocos profesionales tienen que soportar. ¿Acaso tenemos menos derecho los y las trabajadoras de urgencias a la salud y seguridad en el trabajo que el resto? Por supuesto que no, por eso no podemos caer en la inevitabilidad, en la fatalidad.
Se ha solicitado a Osakidetza en innumerables ocasiones que se persone en las denuncias ante las agresiones que sufrimos y siempre se nos responde con la dificultad que ello conlleva. Pero dificultad no es imposibilidad y por eso pedimos que se siga trabajado en esa línea. Si Osakidetza es responsable de la salud y seguridad de sus empleados, alguna manera debe haber para denunciar a quien atente contra la misma. Alguna forma debe encontrar Osakidetza para hacer cumplir las obligaciones de las personas usuarias.
Desde nuestra propia OSI también se puede hacer más. De cara a los y las profesionales se debe mantener viva la formación en cuanto a la prevención de incidentes violentos. Más que una formación puntual que se hace cada ciertos años, debe ser una formación continua sobre esta materia, con cursos y talleres periódicos que abarquen a toda la plantilla. De cara a los usuarios, la propia OSI Bilbao Basurto puede y debe desplegar una campaña de sensibilización potente, que tampoco se quede en algo puntual, o en carteles que enseguida pasan a formar parte del paisaje de la urgencia y que no captan la atención del usuario.
Recientemente se ha instalado una mampara de protección en la zona ambulatoria de nuestras urgencias, pero es evidente que medidas aisladas no solucionan el problema. No queremos bunquerizar nuestros puestos de trabajo, pero tampoco queremos acudir al trabajo con miedo. Se necesita afrontar esta problemática de una forma integral, atendiendo todas sus vertientes. Con compromiso y convicción.
No atajar este tipo de situaciones lo único que genera es su cronificación. Nuestra salud está en vuestras manos.
Imanol Rodríguez Adame,
Enfermero del servicio de urgencias y delegado de personal de ESK.