Este 8 de marzo de 2021 ESK quiere poner de manifiesto que romper el patriarcado es el principal reto que tenemos.
Romper el patriarcado, ese es sin duda el reto al que nos enfrentamos, destruir de una vez por todas ese sistema patriarcal imperante que hace que las mujeres sigamos sometidas en lo público y en lo privado. Un sistema que se vale del capitalismo para crear un tándem criminal que perpetua el constante empobrecimiento de las mujeres y que nos relega a las tareas menos reconocidas social y económicamente, a empleos precarios, que ejerce sobre nosotras una violencia que trasciende el ámbito privado y que se permite y justifica también desde las instituciones. Una alianza la del patriarcado y el capitalismo que desprecia a las mujeres y se vale de ellas única y exclusivamente para los intereses del capital.
El Covid ha empeorado nuestra situación
Sin superar aún la pandemia estamos viendo cómo somos las mujeres las que mayoritariamente nos encargamos de todo lo relacionado con los cuidados, quienes hemos ocupado la primera línea en tareas esenciales durante el duro confinamiento de 2020 y sin embrago las consecuencias de todo esto en nuestro caso no solo han pasado por el no reconocimiento, sino que se ha traducido en una vuelta de tuerca más en lo que ha empeoramiento de nuestra situación se refiere.
Seguimos siendo nosotras quienes tenemos los empleos más precarios con jornadas parciales y quienes mayor tasa de desempleo sufrimos. Durante el año 2020 la tasa de desempleo femenino se situó en el 18,4%, triplicando así el la de los hombres, pero además cuando se le pregunta a las mujeres por su inactividad en el empleo 1 de cada 3 aduce motivos de cuidados frente a un porcentaje insignificante de hombres que dice no trabajar por encargarse de tareas reproductivas. Además, 3 de cada 4 empleos a tiempo parcial son desempeñados por mujeres y la brecha de género en los salarios sigue siendo de más del 21%, una brecha que aumenta de manera escandalosa si hablamos de brecha en las pensiones.
Estos datos podrían hacernos pensar que es en el ámbito laboral donde está el problema, pero no es cierto. Es el sistema patriarcal el que sustenta, fomenta y valida estas condiciones, es el propio sistema, las inexistentes y/o ineficaces políticas públicas las que perpetúan la discriminación que sufrimos las mujeres.
Cuidados, brecha salarial y pensiones
En lo que llevamos de crisis sanitaria 1 de cada 4 mujeres ha renunciado a todo o parte de su empleo para atender tareas relacionadas con los cuidados utilizando para ello excedencias, días sin sueldo, reducciones de jornada o en el 74% de los casos haciendo uso de sus vacaciones. Las mujeres estamos costeando por lo tanto esta pandemia y ante esto ni los hombres, ni las administraciones, ni los gobiernos, ni las empresas, hacen absolutamente nada porque no les interesa, porque esta situación les beneficia económica y socialmente, porque de esta forma mantienen sus privilegios y sus beneficios.
La brecha salarial y de pensiones no son producto de la casualidad sino de un sistema patriarcal que es estructural. No se plantean medidas para corregir esta situación y cuando se plantea alguna en lugar de resolver acaba poniendo a las mujeres en una situación aún peor como pasó con el antiguo complemento de pensiones y es que cuando no se hacen políticas feministas, cuando la no hay transversalidad solo conseguimos leyes vacías y sinsentido que lo único que hacen es apuntalar un sistema que nos oprime.
Los cuidados se han revelado durante esta crisis como nuestro talón de Aquiles, tal y como veníamos denunciando, la mercantilización de estos y la reducción de la carga de cuidados al ámbito privado, han puesto de manifiesto la crisis de los cuidados. El hecho de que las administraciones públicas mercantilicen con los cuidados, que las empresas privadas mercadeen con los mismos sitúa a las trabajadoras (mayoritariamente mujeres) en una situación de precariedad absoluta. Del mismo modo cuando los cuidados se circunscriben al ámbito privado la situación es la misma, son las mujeres las que renuncian para cuidar y son también mujeres las que son contratadas para hacer estos trabajos como empleadas de hogar y de cuidados en unas condiciones de precariedad. A esto último hay que añadir la explotación a las que muchas son sometidas en estos trabajos y la situación de mayor vulnerabilidad aún de las mujeres migradas que se enfrentan no solo a una situación de precariedad laboral sino también social.
El empleo no es garantía para la supervivencia
Tener empleo no es garantía ni de supervivencia ni de bienestar y aún menos en el caso de las mujeres. La parcialidad de los empleos, la inestabilidad, la obligatoriedad de ser nosotras quienes nos encarguemos de las tareas reproductivas hace que la pobreza tenga rostro de mujer. Las dificultades del mercado laboral, las violencias de todo tipo que sufrimos las mujeres en este ámbito, la inestabilidad en el empleo o el miedo a perder el empleo nos lleva a aceptar condiciones laborales precarias, en definitiva, a normalizar la precariedad como el modelo de empleo para las mujeres.
Hay que romper el sistema. Es necesario acabar de una vez con todas con el sistema patriarcal de raíz y para ello es indispensable poner las vidas en el centro, transformar por completo las desigualdades de género en todos los ámbitos. Y sólo es posible, si apostamos por unas políticas públicas de calidad de cuidados, de sanidad y educación, orientadas a en la igualdad. Necesitamos políticas que gestionen los recursos naturales de forma pública y comunitaria, cambiando el modelo productivo. Necesitamos una economía sostenible y feminista. Necesitamos nuevos modelos que permitan mejorar las condiciones de vidas, como una Renta Básica Incondicional, que permita tener asegurado un ingreso mensual, que facilite con ello tener mayor autonomía para tomar algunas decisiones y no tener que depender de otras personas para conseguir medios económicos.
Las mujeres tenemos que dejar de ser trabajadoras de segunda, con menos derechos que nuestros compañeros, acabar de una vez con la brecha salarial y con las condiciones laborales que nos imponen para que en el futuro tampoco exista la brecha en las pensiones. Es necesario que se creen políticas efectivas para ello y que se corrijan las Brechas ya existentes, nosotras tenemos claro que eso es voluntad política, que es una cuestión ideológica y que hay mecanismos para que esto no suceda.
No podemos admitir que haya trabajadoras de segunda pero tampoco mujeres con menos derechos que otras, es hora ya de romper el patriarcado y con las fronteras y los muros, de crear redes entre nosotras y tender puentes, y tal y como lo hace la Marcha Mundial de las Mujeres nosotras también denunciamos a las transnacionales, las fronteras y las políticas migratorias como instrumentos del sistema racista, colonial, capitalista y heteropatriarcal.
Compromiso sindical con un sistema de cuidados público y comunitario
25N: Las mujeres víctimas de violencia tienen derechos laborales específicos
¿Quién se beneficia de los cuidados?
Brecha salarial, un largo camino por recorrer
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