A pesar de la legalidad impuesta, algo está fallando, porque las mujeres* seguimos estando en especial riesgo de violencia en el entorno laboral.

Por otra parte, cuando les interesa, la clase política se dice “feminista” e incorpora, al menos en teoría, muchas de las reivindicaciones que el Movimiento Feminista ha ido exigiendo a lo largo de estos años. Sin embargo a la hora de la verdad no toman medidas que solucionen los problemas de raíz. Sus agendas son de pacotilla. Ahora, a las puertas de la Huelga Feminista General convocada por el Movimiento Feminista, al guna institución ha organizado un congreso sobre los cuidados con títulos tan sugerentes como “Avanzando hacia un pacto vasco por los cuidados”. Pero son más de lo mismo: un bla bla bla para que todo siga igual.

 

 

Los cuidados son un elemento determinante en la discriminación que sufrimos las mujeres* y por eso es tan necesario transformar radicalmente el sistema de cuidados actual. No es posible un camino real hacia la igualdad, un desarrollo de políticas feministas y un cambio de paradigma en el sistema de cuidados si no se tiene en cuenta la opinión de las propias trabajadoras de estos sectores. Si realmente queremos cambios, la clase política y las instituciones han de incorporar la perspectiva feminista y las voces de las trabajadoras del sector.

En ESK, este 25N, hemos cedido nuestro ‘megáfono’ a diferentes trabajadoras del sector de los cuidados para que compartan sus puntos de vista.

 

Voces de mujeres

María (trabajadora de Intervención Social)

“Pertenecemos a un colectivo precarizado al que apenas se le otorga valor”

Somos trabajadoras de Intervención Social, un sector feminizado, de cuidados, profesional y preparado, que cada tres años se tiene que ganar en la calle con huelgas y movilizaciones, que las instituciones reconozcan su labor y mejoren sus condiciones laborales en los convenios colectivos. Unas condiciones de trabajo que aún están muy lejos de asemejarse a las de la administración, que es la encargada de articular el sistema de servicios sociales. Privatizan servicios y delegan la responsabilidad en contratas que en la mayoría de las ocasiones, miran más sus beneficios que la calidad de los servicios por los que han de velar y que al bienestar de las profesionales.

Somos trabajadoras del área de violencia machista, acompañamos a mujeres, a sus criaturas y/o personas a cargo. Somos testigos de primera mano de como a la administración le gusta anunciar a bombo y platillo mejoras y nuevos recursos para el colectivo, pero a la hora de la verdad nos topamos con que son insuficientes, no cumplen unos mínimos exigibles e incluso no son ni siquiera espacios dignos.

Como si cualquier cosa valiese, como si nuestra labor la pudiéramos llevar a cabo de cualquier manera y en cualquier lugar. Como si ellas, las mujeres que sufren violencia machista, salidas del infierno, con ofrecerles un espacio seguro ya tuviesen que estar agradecidas.

Existe la necesidad urgente de mejorar la atención a las mujeres que sufren violencia machista, de dotar al servicio de recursos suficientes y de calidad, de revisar los protocolos y poner en marcha herramientas útiles que eviten la revictimización.

Pertenecemos a un colectivo precarizado, al que apenas se le otorga valor y al que hay que proteger y dignificar. La calidad de este servicio público y nuestras condiciones laborales están por encima de los beneficios de unas pocas empresas que solo buscan beneficio y más beneficio. Que esto sea así no es casualidad, es fruto de un sistema machista y patriarcal.

 


 

Kontxi (Trabajadora de una residencia)

“Las cosas nos cuestan siempre el doble”

No sé si lo que voy a contar es un ejemplo de violencia machista, pero sí que sabemos que es un ejemplo de discriminación. Nosotras al menos así lo vivimos todos los días.

Lo que os voy a contar es lo que observo u observamos un sector del Comité de Empresa: cuando vamos a solicitar cualquier cosa, nos lo tenemos que trabajar y currar el doble que los cargos medios, enfermeras, trabajadoras sociales, animadoras, psicólogos... y muchos más.

En el Comité somos siempre las mismas las que parece que sólo tenemos problemas. Somos “la tropa” frente a todos los demás. Se nos deja al margen de las cosas, no se nos hace tanto caso, siempre nos ponen pegas… o sea, nosotras siempre nos lo tenemos que currar más que el resto ante la Dirección.

Siempre tenemos que hacer más fuerza. Los cargos medios del Comité parece que nunca tienen ningún problema o si tienen problemas los solventan de otra manera en el despacho de turno...

Nuestra Dirección, que son nuestros jefes, son hombres, empezando por el jefe de personal. El gerente es otro hombre y en el mismo Comité los cargos medios también son hombres. Siempre hay algún hombre que nos “aconseja” y nos dice cómo hacer. Nos dicen: “bueno… esto se puede negociar al final, no os preocupéis…“. Nosotras siempre decimos: “pues si sabes tan bien negociar, negocia tú en nuestro lugar porque seguramente vas a obtener un beneficio ma- yor que el que vamos obtener nosotras que muchas veces es beneficio 0”.

Vemos hombres con poder en una empresa dominada por hombres donde a la hora de negociar siempre hay una parte que lo tiene más fácil. ¡Y nunca somos nosotras!

Cada vez se incorporan más hombres a este sector de cuidados, entonces quizás cambie, esto no lo sé, pero lo que está claro es que es un sector feminizado donde las cosas cuestan siempre el doble, y siempre hay argumentos para que nos quedemos en la línea de salida que es como estamos casi siempre.

 


 

Agurtzane (Trabajadora del SAD)

“Cuando realizas tareas de aseo personal te insinúan que les toques”

Voy a explicar lo que es el SAD por que nos da la sensación de que mucha gente no sabe lo que es, ni lo que hacemos. Somos el Servicio de Ayuda a Domicilio, ese servicio que los ayuntamientos ofertan a personas mayores. Casi todos los ayuntamientos subcontratan estos servicios, salen a concurso y los asume una empresa y luego la empresa contrata a las trabajadoras: a nosotras auxiliares de ayuda a domicilio. Esas somos nosotras, mujeres tituladas, que atendemos a personas dependientes en sus domicilios para mejorar la calidad de vida de esas personas.

Como os imagináis en la realidad somos aquellas que valemos para todo cuando vamos a una casa, tenemos unos horarios que nos van encajando de una manera u otra, y que son muy difíciles para poder conciliar la vida personal y familiar.

Podríamos contar muchas situaciones desagradables que nos pasan, no sé si se pueden llamar acoso sexual. Pero sí hay una bastante habitual con los hombres, cuando realizas tareas de aseo personal te insinúan que les limpies por delante o incluso que les toques. Contestamos que se limpien ellos o que se lo digan algún familiar.

Y esta situación que la vivimos solas es difícil y hay que darle la vuelta. Aunque trasladamos esto que nos pasa a la empresa, nunca se implica en esta situación. Parece que forma parte de nuestro trabajo tragar con todo eso.

 


 

Maider (Trabajadora de Osakidetza)

“Me empujo a ser irreverente”

Aquí seguimos en una estructura como Osakidetza donde el machismo se ve reflejado en la misma distribución de las categorías de los puestos de trabajo. Los trabajos más precarizados, limpieza y administración, están ocupados por una mayoría de mujeres. Enfermería y auxiliares de enfermería son, en su mayoría, también mujeres, que se ocupan del cuidado integral de los pacientes. Sin embargo, en el ámbito médico hay más hombres.

El trato de unas categorías hacia las otras está cargado de machismo y clasismo. Ellos suelen ocupar puestos de jefaturas, ellos son los que pueden dedicar más tiempo a trabajos de investigación y son ellos los que tienen más voz. Una mujer médica requiere mucho más esfuerzo para defender sus razonamientos y tiene más posibilidades de ser ninguneada o no tomada en serio, sobre todo, si muestra algún atisbo de sentimentalismo.

Por poner un ejemplo, mi servicio se había reunido previamente con el equipo de gerencia y dirección (casi todo hombres) en un ambiente sumamente aséptico, el día que acudí a la reunión con los otros jefes el ambiente era totalmente diferente: colegueo, comentarios sobre fútbol y risotadas, tres de los hombres sentados en sus sillas con las piernas abiertas y los brazos echados hacia atrásen sus respaldos… El tono sólo cambiaba cuando yo intervenía y se volvía serio. La elección es sencilla, me niego a guardar las formas, me niego a no levantar la voz, me empujo a ser irreverente, porque no quiero ser lo que se espera de mí por ser una mujer trabajadora, una mujer pelusa.

 


 

Marline (Trabajadora de hogar)

“Muchas veces nos amenzan con llamar a emigración y eso nos da miedo”

Yo trabajo de interna cuidando a un señor mayor. Al principio no tenía contrato, ahora ya lo tengo.Y antes no me dejaban empadronarme en la casa donde trabajaba y tenía que pagar para empadronarme, ahora ya sí. Es verdad, que ahora estoy mejor, ya estoy amañada aquí, pero no ha sido fácil.

Se trata de un trabajo muy duro. Nos llaman “ilegales” cuando esamos cuidando a sus viejecitos. Nos han amenazado muchas veces con llamar a emigración.Y eso nos da mucho miedo y no pedimos lo que nos corresponde. Trabajamos muchas horas y no descansamos, pero el miedo hace que algunas no puedan decir nada. Creen que pueden disponer todo el tiempo de ti.

El racismo está siempre presente, nos tratan como ignorantes cuando muchas de nosotras tenemos estudios universitarios. Es cierto que los empleadores nos ofrecen alojamiento y comida pero los salarios siguen siendo demasiados bajos. Hay compañeras que están realizando trabajos en condiciones casi de esclavitud y muchas nos cuentan que han sufrido abusos sexuales. Nuestro trabajo no se reconoce, queremos los mismos derechos que los demás, pasar a régimen general. Nadie cuida a la que cuida.

 


 

Revolucionar los cuidados

El pasado 8 de marzo el Movimiento Feminista de Euskal Herria, a través de la Plataforma Denon Bizitak Erdigunean, lanzó la propuesta de Huelga Feminista General para este 30 de noviembre.

Esta huelga quiere reclamar unas vidas dignas para todas las personas, así como visibilizar que en la mayoría de los casos el trabajo del cuidado lo seguimos realizando las mujeres*. La huelga del 30 de noviembre es también contra la privatización y mercantilización de los cuidados. Es una huelga en defensa de los derechos de las mujeres* y del derecho al cuidado que todas y todos tenemos.

Los barrios y pueblos se están organizando para dar una respuesta colectiva al actual sistema de los cuidados. ESK, como sindicato feminista que somos, nos sumamos a exigir un cambio radical de este sistema heteropatriarcal, capitalista y colonial que crea desigualdades sociales e injustas para las mujeres*. Hacemos un llamamiento a toda nuestra afiliación y a toda la sociedad para que se sume a esta Huelga Feminista General.

Antes del día 30, el 25 de noviembre tenemos que estar también en las calles, en todas las manifestaciones que convoque el Movimiento Feminista contra toda expresión de violencia machista.

Los cuidados son una responsabilidad colectiva y social y la mala o nula gestión de los mismos son en muchas ocasiones también una forma de violencia contra las mujeres y motivo de desigualdad tanto en el ámbito privado como en el público. Exigimos un sistema de cuidados público, universal, y de calidad para todas las personas. Para mejorar las condiciones laborales y de vida de las mujeres* haciendo que se asuma como una necesidad común, tanto para quienes reciban cuidados como para quienes los suministren.

 

 

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