[Matxinada U30-2020]

Es necesario construir un nuevo modelo socio-productivo que ponga la vida en el centro, dando prioridad a la justicia social y la sostenibilidad de los cuidados y del planeta. Lo dijimos el pasado 27 de septiembre en la huelga mundial por el clima y lo volveremos a repetir aún más alto y más claro el próximo 30 de enero en la huelga general por unas vidas, trabajos y pensiones dignas, vivimos un estado de emergencia climática, un contexto de crisis energética y ecológica.

Los partidarios del capitalismo verde afirman que la crisis ecológico/climática, social y de cuidados es una formidable oportunidad para relanzar la economía mundial, para crear nuevos mercados y, por consiguiente, nuevos empleos. Nada más falso. En ESK, creemos que para evitar el cataclismo, es urgente un cambio radical del paradigma político-económico. De entrada, compartir la riqueza y repartir el trabajo, reduciendo los ritmos en el empleo.

Las instituciones, lejos de cuestionar este modelo desarrollista, consumista, despilfarrador y cautivo de las multinacionales, lo siguen apuntalando en las decisiones diarias, con proyectos que condicionan las vidas de las personas, abocándonos a la precariedad laboral y económica, a soportar la afección sobre la salud y el bienestar social de este modelo, y negando nuestra capacidad para tomar decisiones sobre los bienes comunes.

La intensificación de la explotación laboral, la precarización socio-laboral, la crisis de los cuidados, el reparto de la riqueza, la mercantilización de los bienes comunes, el debilitamiento de los servicios públicos o el mito del crecimiento infinito, se está produciendo en un contexto mundial de crisis ecológica, energética y de finitud de los materiales, acompañado de una gestión cada vez más autoritaria por parte de los gestores del sistema. Una transición justa significa eludir el “chantaje al empleo”, el elegir entre apoyar las medidas medio-ambientales o perder el empleo. La transición justa para las trabajadoras y trabajadores no puede ser llegar a acuerdos de mínimos en asistencia a la colocación y reubicación o simples planes de formación, hay que salir a la calle: vamos ya tarde, no podemos quedarnos en la inacción. Para garantizar esa transición justa es importante hacerse con el control del proceso de transición. La acción sindical debe presionar para que las políticas de transición elegidas defiendan a las trabajadoras y trabajadores y además permitan el desarrollo de las comunidades.

El sistema capitalista y sus modelos consumistas, industrial y de empleo están en la base de la actual situación de crisis en la que nos encontramos: de recursos, climática y de cuidados. El capitalismo está en guerra contra la vida o al menos contra las partes de la vida que no le son productivas y ante esta situación solo podemos plantarle cara.

El próximo 30 de enero, reclamaremos medidas que cambien esos modelos, de manera que se pueda hacer frente a dichas crisis, para tratar de evitar que entremos en las peores consecuencias de las mismas como la alteración climática por un aumento de la temperatura global superior a los 1,5 °C.

A decir de la Carta de Derechos Sociales, queremos construir otro modelo socio-productivo, poniendo la vida en el centro, dando prioridad a la sostenibilidad de los cuidados y del planeta. Estos son los ejes principales de dicho modelo: reparto de la riqueza, liderazgo del sector público, universalidad de los derechos, equilibrio entre territorios en función de las necesidades de la sociedad (primer sector, infraestructuras, sector de mercancías y transportes…).

Saldremos a la calle para exigir a nuestros que gobiernos abandonen todos los proyectos antisociales y antiecológicos que tienen entre manos, o que apoyan y financian: se deben paralizar grandes obras públicas como el Tren de Alta Velocidad, el Canal de Navarra o el recrecimiento de la presa de Yesa, los proyectos de extracción de gas por medio del fracking, y se deben cerrar las ilegales centrales térmicas de Castejón, que contribuyen a la Emergencia Climática. Pero no solo los grandes  proyectos ponen en riesgo el planeta; el modelo agroalimentario industrializado, el robo de la pesca en países empobrecidos o los bosques gestionados por medio de eucaliptos o pinos que empobrecen las tierras son solo otros ejemplos.

Todos estos proyectos se nos venden como creadores de empleo, cuando en realidad profundizan en las crisis que nos van a dejar sin empleo y sin vida. Debemos dar un giro de 360º, una transición que sea socialmente justa y feminista y también justa inter-generacionalmente, ecológicamente sostenible, democrática y participativa. Necesitamos un sistema productivo participativo y democrático, relocalizado, que atienda a las necesidades reales de las personas y no se base en el consumismo.

Como bien nos dice de Daniel Tanuro: “la salida está en la lucha, no en las COP”. Vamos a tomar las calles para exigir empleos alternativos en sectores sostenibles, la reducción de la jornada laboral, y un mejor reparto del empleo.

Como decíamos el pasado 27 de septiembre, la transición ecológica se tiene que realizar con justicia social, sin dejar a nadie atrás. La transición la tiene que pagar el capital, y somos la clase trabajadora quien tenemos que forzar a ello por medio de la movilización.

 

Red de delegadas y delegados por la transición. 

 

Solidaridad con Palestina

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