Vivimos momentos muy extraños, insólitos, excepcionales. Llevamos varios meses en confinamiento, encierro, aislamiento. El estado de alarma ante el COVID-19 (NO, la D, no es de diciembre) nos ha obligado a mantener una distancia social para evitar contagiarnos e infectar a otras personas. Cada día una nueva orden, una dura recomendación, la escurrida franja horaria para hacer deporte, pasear, los salvoconductos para viajar, la ordenanza para sentarnos en una terraza…, apelaban a la responsabilidad de la ciudadanía para cumplir con lo establecido por las autoridades y acabar con la pandemia del siglo XXI.
Muchas han sido las voces que han vaticinado que este virus sacaría lo mejor que llevamos dentro, que la solidaridad seria el nuevo HIT PARADE que nos haría más humanos menos raros. Hemos aplaudido, hemos confiado, también hemos hecho trampas, esto no nos hace menos humanos, pero si nos hará más pobres; y aún y todo hemos cumplido con la ley y con el señor B.O.E.
¿TODOS? NO, todos no.
Hace unos días que la cabeza visible de esta ONG: Gerente de Emergencias sin fronteras, ha desaparecido de la escena pública. Quizás, abducido por la letra pequeña del BOPV, donde se insinuaba en bastardilla que no se podía viajar a las segundas residencias y mucho menos salir de los límites de tu municipio, fue teletransportado por naves no identificadas hacia nuevos territorios sin explorar (Castro Urdiales) en busca de EPIs, de mascarillas FFP2 homologadas, de PCR para proteger a todo su personal, intrépido, bizarro, espontaneo en sus decisiones, fue sorteando controles policiales hasta llegar a la tierra prometida y allí, incomprendido, ninguneado, humillado y denunciado por saltarse el confinamiento del estado de alarma fue devuelto a la tierra que lo vio nacer y dimitir de su cargo de un plumazo.
Desde entonces, la Emergencia, sin Gerente, se encuentra como “Pollo sin Cabeza”. Ante la imposibilidad de que la máxima dama, Nekane Murga, levante el dedo para señalar al siguiente de la lista que espolee los recursos con los que cuenta el servicio, el personal ha decidido organizar una Gestora para dirigirlo. Como si de la Diosa hindú Kali se tratara, vestida con traje de faena y portando en cada uno de sus múltiples brazos un surtido reivindicaciones laborales se encamina, empoderada, a resolver el marronazo en que nos ha dejado aquel que marcho PARA NO VOLVER.
Ah otro gran reto, el árbol genealógico, tendremos que reorganizar el Organigrama jerárquico.